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El primer autista

La Creación fue la primera y la última jamás acontecida, motivo por el cual Dios, aunque bien intencionado, no pudo aprender la forma correcta de crear. Sin duda meditó la idea durante eones y de hecho, una vez creyendo estar listo, empezó a trabajar con escandalosa facilidad: tuberías sanguíneas irrigando hasta el último de los miembros perfectos; estructuras óseas y corazas, pelos largos y pieles resbaladizas; cartílagos, espinas, escamas, alas y garras a recubrir y respaldar la sagrada materia, mas... en el instante supremo en el que las neuronas inteligentes substituirían la voluntad del creador, ocurrió la tragedia. Sus animales sintieron hambre, sed, frío, tristeza, picazón, dolor de cabeza; morían de sueño, de miedo, de risa, de aburrimiento, de amor. Dios, desesperado, les movía venas, les quitaba patas, les mudaba el sexo; tomaba sus pequeños cuerpos y los sumergía en las aguas, en la tierra; los lanzaba al aire... pero las creaciones no cesaban con su agónica existencia.

Incapaz de destruir a sus queridos animados ni de remediar ya el caos de la sensación, Dios se volvió loco (recién había comenzado el séptimo día). Desde entonces, insensible, vaga por los cielos repitiendo neuróticamente los rituales de la Creación: tempestades, relámpagos, terremotos...

Dios fue el primer autista, después los animales, uno a uno, abandonaron la razón.

Quedaron unos pocos que no supieron cómo efectuar la renuncia: los que nos atormentamos ante lo absurdo.

valentina
Enviado por valentina em 08/09/2007
Código do texto: T643863