LOS DESHABITADOS: EL VACÍO DE LA MIRADA Y LA PLENITUD DEL HAMBRE

LOS DESHABITADOS: EL VACÍO DE LA MIRADA Y LA PLENITUD DEL HAMBRE

Así como los vientos de las cumbres heladas del Illimani caminan en el aire hasta que sus manos invisibles tocan la Puerta del Sol y buscan descifrar el mensaje secreto de sus bajos relieves, así toco la obra “Los deshabitados” de Marcelo Quiroga Santa Cruz.

Y con mis retinas recorro sus signos, pequeños relieves negros sobre hojas de papel, buscando la comprensión de su voz narrativa tan misteriosa, tan omnisciente.

Mientras el viento recorre el templo de Kalasasaya, por lugares llenos de sol, siguiendo la lectura camino como que por una galeria obscura, donde pinturas vivas

tejidas igualmente de obscuridad materializan personajes “como incubadas en (...) luz tediosa y poética”. Así, mirando por el prisma del arte, es posible percibir la textura de cuadros pintados capítulo por capítulo. Destacanse algunos que emergen de espacios y

tiempos psicológicos y cronológicos que se mezclan cuando uno toma las manos de la imaginación...

En el primer lienzo está el padre Justiniano, “en un viejo sillón de cuero” envuelto en sombras, “como un vigía vestido de negro”, con sus ojos sexagenarios que miran el horizonte donde las sombras avanzan y devoran “las últimas partículas de luz”. Si el interior del padre pudiera ser representado por una imagen sería algo como que “una repentina claridad” bañando su pensamiento donde surge la imagen de un jóven que le hace una pregunta: “¿Por qué te hiciste sacerdote?”

En otra pintura está una mujer en la bañera. Es María Bacaro envuelta en una nubosidad mezclada de sombras y nubes de vapores acumulados. Sus “gruesos y negros cabellos” reunidos como “círculo perfecto en su nuca” es el marco de un rostro triste que traen pequeños ojos llorosos “penosamente rodeados de las primeras arrugas”. Su mirada es “de animal resignado”, casi suicida.

Enseguida, la imagen de dos damas antiguas, las hermanas Teresa y Flor. Teresa tiene el cuerpo fuerte vestido de negro que si las sombras que la envuelven hablasen dirían que son el recuerdo de su marido e hijo ya muertos. Ella ofrece un te a su hermana enferma. Flor lleva el cuerpo magro. Su rostro cansado muestra sobre su “nariz puntiaguda y ligeramente encorvada” sus “ojos pequeños y sin brillo, como si se comenzaran a secar”, ojos que se preguntan: “¿Para quién vivo? ¿Para quién soy?”. Aún se ve en la escena el perro Muñoz con sus ojos tristes y “pelo gris sucio”, un canário ciego en una jaula y una estatuilla de San Antonio rota a los piés de la cama de la enferma.

En otro cuadro está Fernando Durcot mirándose en el espejo. “su rostro magro y de color ceniciento”, “su lábio inferior revuelto, como recién salido de um contacto

repugnante, y sobre todo, la actitud de los ojos y las cejas, como regresando de una experiéncia decepcionante, formaban el rostro, casi el emblema, del tipo de escritor que queria ser”.

Las personajes viven a huir de si mismos y a representar un mero papel social, como un teatro tedioso, porque no se vive la própria verdad. Pero en la pantomina oscura y triste en que se vuelve la vida, cada uno en algún momento es iluminado por un hilo de luz capaz de hacerlo ver y decidir: seguir con el teatro, abandonarlo antes del fin o vivir. ¿Se encuentrarian los deshabitados en un estado de indigencia, como dice Emmanuel Levinás, explicado por René Bucks (1997, p.84)?

“la indigencia es generalmente interpretado como falta de algo que podría llenar. (...) La indigencia muestra su verdadera naturaleza en el marasmo general (malaise) que sentimos cuando estamos con depresión, sin sentirnos cómodos en nuestra propia piel, sin saber lo que queremos. Nos confronta con una especie de indigencia que no puede ser satisfecha por nada en este mundo.”

En el libro, el Padre Justiniano y Durcot reflexionan que todos los seres humanos son afectados por un hambre que no se sacia debido al estado de ceguera que les es peculiar, o que le causa la incapacidad de reconocer el alimento que les hartará. ¿Sería esta la mayor indigencia?

Sobre el tema de la ceguera, José Saramago tambien hace reflexionar en su libro “Ensayo sobre la ceguera”, pero sobre la llamada ceguera blanca y al final de su obra a través de uno de sus personajes presenta el siguiente pensamiento: “Pienso que no nos enceguecemos, pienso que estamos ciegos”, “ciegos que viendo, no ven". Aún sobre este tema, segun el pensamiento de Merleau-Ponty, citado por Caminha (2014, p.66) “el punto de partida para qualquier definición de la visión es siempre nuestra condición de habitar

en ella”. ¿Será esta la ceguera blanca que, aún mirando no ve, porque no se habita dentro de la visión? Entonces, según estos pensamientos, si no se ve no se habita en si mismo, por eso el estado de deshabitados, la ceguera que no deja encontrar el alimento que llenará, de mirar su propia indigencia y por eso se va a muriendo en dosis pequeñas todos los dias, como dice Martha Medeiros en su poema “la muerte lenta”. Muertos poco a poco por el vacío de la mirada, por la plenitud de hambre, en una indigencia total.Y las preguntas continúan sobesaliendo de los bajorelieves del monumento antiguo de Tiahuanaco, así como desde los minúsculos bajorelieves que escriben la novela Los deshabitados y tejen en la imaginación pinturas obscuras bajo un hilo de luz, ante los ojos que, en esta obscuridad, anhelan ver.

REFERENCIAS

CAMINHA, Iraquitan der Oliveira. A cegueira da visão segundo Merleau-Ponty. Revista

Estudos Filosóficos nº 13/2014 – versão eletrônica – ISSN 2177-2967. Disponíble en: <http://

www.ufsj.edu.br/revistaestudosfilosoficos>. DFIME – UFSJ - São João del-Rei, MG. P. 63-72.

OCD, René Buks. A Bíblia e a Ética: A relação entre a Filosofia e a Sagrada Escritura na

obra de Emmanuel Levinas. Colecção Fé e Realidade, 35. São Paulo, Edições Loyola, 1997.

QUIROGA SANTA CRUZ, Marcelo. Los deshabitados. La Paz, Plural Editores, 2013.

SARAMAGO, José. Ensaios sobre a cegueira. Diponíble en: < http://www.projeto.camiseta

feitadepet.com.br/imagens/banco_imagem_livros/118_livro_site.pdf>.