EL CONDE DE LA SIESTA

Según cuenta la leyenda, en una zona de por ahí de Rusia, debajo de un árbol de por ahí cerca de un Castillo, el Conde Prestigio Lefalta dormía su siesta; una rutina que no podía dejar. No soportaba que lo despertaran por nada, aunque el castillo fuera invadido. Prestigio enojado era como un laucha a dieta y enjaulada.

Un día de por ahí del almanaque, el bullicio lo despertó como un cachetazo. Se desperezó tanto que sus brazos casi llegan al cielo.

El Conde se levantó entre rápido y ligero cuando vio a un grupo de gente entrando a su castillo y bostezó un grito desesperado:

— Hey, hey, hey ¿quiénes son ustedes? ¿Qué hacen en mi castillo?- cuestionó con ojos de huevo frito.

— ¿Qué hace usted…disfrazado de príncipe, rey o conde?-interrogó una de las personas.

El Conde se miró y los miró. Observó la ropa de los demás y se dio cuenta que parecía disfrazado. Estaba confundido. Era su lugar, su castillo invadido de gente luciendo diferente, y llevando objetos extrañísimos en sus manos y les preguntó con curiosidad:

— ¿Qué es eso?

— ¿Qué cosa? ¿Ésto?- preguntó una de las personas— Es una máquina de fotos.

— ¿Una máquina de qué?-preguntó el Conde desconcertado.

— ¡De fotos!-remarcó— Y esa una filmadora, estos son anteojos, este un celular, este…—siguió detallando tomándolo de desubicado.

El Conde no entendía nada.

— ¿Qué día es hoy?- balbuceó preocupado.

— Señor, ¿usted está bien? ¿Por qué pregunta eso? ¿No sabe qué día es hoy?- cuestionó alguien del grupo—Hoy es 17 de setiembre de 2012—afirmó.

— No puede ser! ¡Pero si me acosté a dormir la siesta en el año 1812!-dijo eufórico.

Así entre charlas, y palabras de por ahí que iban y venían descubrieron que el Conde Prestigio Lefalta había dormido unos doscientos años de la historia de siesta, porque sus sueños era tan lindos (ganaba batallas, lo condecoraban, se enamoraba, disfrutaba de fiestas y muchos más) que los quería vivir a todos y no despertar. Durante doscientos años nadie había osado despertarlo.

Desde entonces, las siestas largas -muy larguiruchas- fueron proclamadas “siestotas”.