Todo es motivo de agradecer

Alfonso Benedicto Vargas de Quiñones un joven de 26 año de edad, de los cuales muchos fueron dedicados a la Iglesia (Casa de Dios) donde aprendió a vivir, conoció el verdadero amor fraternal del hombre con su próximo, el amor paternal de Dios con nosotros y el amor de hijos (nosotros para con Dios).

Hoy vive su lucha constante difundiendo los valores del cristianismo, buscando el bien común de su sociedad, llevando la bandera de la paz a todos los jóvenes del país y quien sabe mañana jóvenes del mundo.

Alfonso al regresar de una jornada esperaba ansiosamente en la parada de ómnibus el colectivo que no llegaba en esto se podría oír lejos de ahí los truenos que rugían como leones furiosos, la tempestad se aproximaba el fuerte viento cortaba su fase, de poco se podía sentir las gotas de agua que caían, en instante se trasformó en un diluvio que parecía no tener fin. Pero Alfonso no podía abandonar su puesto no tenia a donde refugiarse. En este instante hacía el trayecto don Agustín Flores un hombre no tan popular en la ciudad pero con una religiosidad impecable, en la claridad de sus ojos azules se podía ver la bondad que contagia y anima hasta el más duro corazón, traía colgado en el cuello un cordón y un crucifijo que simbolizaba su fe. Con una sola mirada don Agustín reconoció a Alfonso y sin excitar paró el auto se ofreció para llevarle, Alfonso todo mojado no pensó dos veces y aceptó. Al entrar observó sobre tablero una Biblia abierta entonces exclamó.

-¡don Agustín y su Biblia!

Don Agustín lo respondió.

-La Biblia es la palabra de Dios, es mi compañera, por eso nunca estoy solo cuando viajo hablo con Dios el me responde a través de la Biblia.

El dialogo continuo durante todo el regreso a casa al llegar en la ciudad, don Agustín tuvo el mayor gusto en llevar a Alfonso asía su casa. Alfonso apretó la mano de su amigo y dijo.

-Don Agustín muchas gracias sos una persona muy calidad. El señor le contestó.

-Nó! yo soy el que tiene que agradecer. Alfonso se quedó estupefacto sin comprender nada, pero Don Agustín completó.

-Creo que no comprendiste, te voy a explicar, no era yo que estaba mojado, que esperaba el colectivo u que dependía de alguien, pero fue yo quien pudo hacerlo por ti, agradezco no solamente a vos también a Dios nuestro Padre porque no necesité pedir pero pude ayudar. Al terminar de hablar Don Agustín se retiró llevando consigo la satisfacción de tener ayudado a su próximo, dejándonos un gran mensaje que es mejor poder ayudar que pedir ayuda. Por eso todo es motivo de agradecer…