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I
la energia fue generada para arrasar la piel, para impulsar la conciencia, nunca para convertir la vida en un mercado.
seamos naturales, sí, pero no malinterpretemos: los árboles crecen hacica abajo, caen de las alturas empapados de smegma y penetran a la tierra, no para fecundarla, porque la maternidad es un mito, sino por el placer de desgarrarla, de escuchcarla gemir volcánicamente en el clímax, en el momento en que , por homeóstasis, le salen los gusanos para disipar la incandescencia de su orgasmo.
los árboles con sus ramas desordenadas gozan particularmente cuando le sacan a la tierra essa sangre transparente con la que se bañan las mujeres en las playas.
II
te llamé de improviso y tú volteaste con un rostro de niña sorprendida.
comías un mango y sonreías con los labios llenos de amarillo.
cómo desee entonces ser esa carne que devorabas con vehemencia,
esa colorida substancia seductora...
¡ah, si tus manos me sujetaran así como garras finas de unas púrpuras, expriniéndome, vulnerándome, haciendo que yo renazca en la atmósfera sacra de los tubos primarios de tu digestión!
¡oh, si llegaras con esa marcha inexorable hasta el fondo de mis huesos!
no, no te laves, no estás sucia, no hagas que se pierda ese inocente maquillaje del amor.
III
yo debiera tomar tu mano y llevarte a la banca de un jardín para reclamar tu descuido:¿por qué no me buscaste? ¿por qué no me presentiste en mi vacío?
vivía desamparado como un murgiélago ciego volando de dia.
luego, por si fuera pocom no me tomaste de inmediatao.
comenzaste a seducirme lentamente con tus nalgas, con tus dientes...
me permitiste olerte, rozarte, pisar tu sombra, cargar tu bolso, nombrar tus apellidos.
¡mira la impunidad con la que me afectas!
mis deseos de ti se me caen como escamas brillantes y son esparcidos por la rabia estúpida del viento.
¡ve como me ahogo en el miedo océanico de poseerte!
te comportaste como un animal sin celo
¡valiente hembra intelectual!...
¡cómo sudaba tu cuerpo en las brasas de mis sueños!