El estatuto de la e-poesía (Informática y literatura en la posmodernidad).

El estatuto de la e-poesía

Informática y literatura en la posmodernidad

Carlos Alberto Roldán

Nacida y desarrollada a la sombra de una poderosa vocación de expansión y sometimiento agresivo de los países del orbe, la comunicación virtual sirvió para acelerar la caída de la URSS, librar de enemigos presuntos o reales el panorama, intentar instalar un discurso totalitario único (todo discurso, como gesto de poder imaginario, tiene acaso esa propensión íntima de totalitarismo) como nunca antes se había visto ni podido, y para descartar definitivamente todo ideal de rebeldía o autonomía regional remanente. Sin embargo, aún debajo de la dirección de este gesto militar de origen, distintas comunidades hallaron en ella desarrollos propios, singularizaciones que prometen postergar la concreción de ese deseo totalitario un poco más, acaso dando nuevas perspectivas al otro deseo, el del hombre, al que puede leerse como una fe en la vida, una apuesta a la libertad. No de otro modo se puede entender la conexión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a la red, la función que listas de distinto tipo (políticas, de psicología, sociología o literarias) cumplieron en las jornadas de la caída del ex presidente De La Rúa, en la intercomunicación posterior de las asambleas de entonces o, mucho más modestamente, en el desarrollo e instalación de nuevas formas literarias del presente momento. Un fenómeno que tanto contribuyó a una superdependencia y dejó sin secretos a las naciones del mundo hasta instituir el mega gendarme del presente, concebida originalmente como la nueva comercial por excelencia, dejó flancos sin embargo a nuevas formas resistenciales que emergieron y se establecieron gracias a su posibilidad de mantener vínculos comunicativos a distancia con un costo extremadamente bajo.

No es necesario recordar a Marshall McLuhan para señalar que el poderoso nuevo medio (con voracidad suficiente como para engullirlos a todos y mediarlos) determina o genera en la comunicación algunas características singulares y agregar que la literatura en Internet no se escapa a tales determinaciones. La intención del presente trabajo es avanzar hacia el señalamiento de algunos de esos rasgos en lo que hace a la poesía y hacer algún tipo de pronóstico tentativo de las direcciones y modos probables en que los mismos puedan desarrollarse. En todo momento, claro está, se mantendrá la cautela, pues si algo han enseñado los nuevos tiempos es que toda imaginación en la predicción de lo advenir ya parece resultar penosamente insuficiente y que parecería haberse instalado la conciencia de un factor avatar como causa permanente de sorpresa y trastocamiento de todo lo considerado previsible.

Simultaneidad, divino tesoro

Cuando aparecieron hacia mediados de los ochenta las primeras computadoras de uso casero, no se entendía qué significaba una palabra repetida como casi el estribillo de una canción al hablarse de los nuevos equipos. Los envolvía el mito aún antes de conocidos. Sus contornos y utilidades eran vagos: era una herramienta, permitía acceder a conectarse con gente de otros continentes, su potencial no parecía tener límites, era la misma promesa de acceder a bibliotecas como nunca se había conocido, y era básicamente la promesa de negociar, mediar, sin salir de casa. Pero el iniciado escuchaba con asombro y sin entender la palabreja de marras que se volvía enigmática y obsesiva a la luz de su experiencia del nuevo medio: velocidad.

¿De qué se hablaba cuando se hablaba de velocidad?

La computadora de uno o dos o cuatro megas de capacidad emitía un sonido como semejante al de un ventilador o de una turbina. La imaginación proponía desde su experiencia una hipótesis de lo que debía suceder: la máquina buscaba vertiginosamente entre entes virtuales, sin dejar de asignarles algún grado de materialidad. Y sin embargo alguien advertía que eso era lento.

Los rasgos de esa lentitud: los segundos, en el peor de los casos diez o doce, que la máquina tardaba en abrir un programa y ponerlo a disposición. Ese tiempo, se decía, era el mismo escándalo de la lentitud.

Y vino el mundo del e-mail y luego de las comunicaciones “en tiempo real”, en que uno escribía y el otro leía y respondía. Los segundos de demora, inexistentes en la comunicación “en tiempo real” telefónica, aunque mínimos, abogaban a favor de la teoría de una lentitud escandalosa.

A poco, el programa de comunicaciones ICQ (I seek you) crea un instrumento de comunicaciones en que uno de los participantes asiste con estupor a la misma dubitativa gestación del texto comunicativo: éste aparece letra a letra, espectaculariza los retrocesos y correcciones, y las indecisiones de cada hablante-escritor dan un corte dramático y absolutamente expresivo al diálogo virtual. No sólo se ofrece la palabra a la lectura, sino también el impulso se desnuda, la palabra se encarna. El lector encuentra un nuevo objeto sobre el cual conjeturar razones y motivos: la palabra, tal como en la oralidad, constituye un soporte humano en el tempo, en el pulso que la instala, desnudado por la técnica. Errónea o no, la hipótesis de cómo sea y qué le ocurre al interlocutor, ficcionaliza un perfil humano. Y más: el “tiempo real” adquiere verdadero sentido. Uno observa la misma enunciación escrita (valga la extensión del término) desde antes de que esté realizada, y esa anticipación pasa a reemplazar al mismo texto resultado, la convierte en hecho significante.

Poco a poco, el correo e-mail deviene en el instrumento denominado Listas de Correo. Si en el correo e-mail todo quien conoce una dirección e-mail puede escribir a su dueño, las listas de correo ofrecen como tentación al usuario la posibilidad de intercambiar fotos, archivos, textos. En los hechos, el intercambio se centró en alguna temática convocante a la generación de la lista de correo: literatura, psicoanálisis, sociología, historia, etc. En lo que hace a la literatura, no sólo se produjeron listas en que se hablaba de literatura sino que, también, se generaron listas en que se producía literatura.

Un modo de producción

Cuando se funda la lista señera de las listas literarias en Argentina, La Blinda Rosada (se hace ya necesario establecer una historia de todo esto, pues nadie se ha ocupado de registrar estos datos), hija de la Fundación de Poetas de Mar del Plata, pero mucho más hija del rigor y talento de Rafael San Martín, también conocido, entre otros pseudónimos, como Igor Klinki o Roberto Escoda, allá por 1987, no estaba claro aún en qué podía consistir una lista de creación poética. Uno puede leer, en esos mail inaugurales, toda una representación y el ofrecimiento de representaciones alternativas: los mails con poesía iban a ser sometidos a lectura previa antes de que se los instalara a consideración; había requisitos que cumplir se simulaba la existencia de numerosos miembros, tal como en la venta callejera aún existía el famoso “grupín” o falso comprador que servía para desenfriar el público ante el ofrecimiento del vendedor, se fraguaban textos y debates, etc.

Era tal el desconocimiento del nuevo medio y de las alternativas posibles que pudieran presentarse que, en el primer mail se advertía que se podían enviar obras pero que si éstas superaran la cantidad de 10Kb, tope de lo tolerado por el servidor, entonces no debían hacerlo directamente sino al administrador de la lista para que luego, en algún momento, éste lo ubicara en algún site cuya dirección se daría oportunamente...

Los pocos miembros entablaban apasionadísimos debates sobre literatura. El tiempo, sin embargo, permitió descubrir la técnica de activación en que éstos consistían. A veces, tras el pseudónimo, una misma persona debatía consigo misma. La cantidad de miembros está también exagerada: se habla de más de mil, cuando con apenas doscientos la actividad de una lista se vuelve tan vertiginosa que los mismos comienzan a renunciar.

Y no está de más hablar de los verdaderos mitos de Internet, tal el caso de Princesa Luz, supuesta adolescente de dieciséis años que escribía poemas de amor desde una cama, soportando la hemiplejia y una enfermedad que la iba desbastando progresivamente. Aunque algunos sabían que se trataba de la invención de cierto poeta boliviano y lo trataban de comunicar, su tragedia teatralera y falsa se imponía con fuerza dramática haciendo que se desestimara toda advertencia. La agonía y larga muerte de Princesa Luz, descrita mail a mail en sus entregas literarias, su literatura amorosa y erótica decididamente kistch, conmovieron tanto, que tras haberla hecho morir al mejor estilo romántico su pergeñador no encontró mejor idea que inventarle una amiga y heredera a cargo de sus textos.

Del mismo cuño fue la historia del Ángel Loco, poeta oscuro, y sobre todo burdo, que entre entregas plagadas de faltas de ortografía narró su propia muerte en manos del SIDA, de la que habría de resucitar unos tres años más tarde, seguramente por aburrimiento.

Ficción sostenida y teatralidad, casi un pórtico de la posmodernidad.

Algunas visiones del fenómeno

Para Roberto Bissio “Internet y democracia, al igual que sexo y mentira, son conceptos que casi siempre vienen asociados. Ambos son temas de conversación popular y ambos objeto de interminables discusiones: la democracia está vinculada a la idea de Internet desde sus orígenes, así como la mentira está vinculada al sexo también desde sus orígenes, por lo menos de acuerdo a la tradición bíblica”. El autor asevera que Internet es el medio democrático –horizontal, dice- por excelencia. Y lo fundamenta así: “Lo que hace de Internet la fuerza dinámica que es hoy día es 1) la capacidad cada vez mayor de computadoras cada vez más baratas, lo que multiplica y democratiza el acceso a la información digitalizada, 2) el costo cada vez menor de las comunicaciones y 3) un protocolo abierto (conocido en la jerga como TCP/IP) accesible a todo el mundo sin costo alguno y sin necesidad de permisos o autorizaciones. Lo que es básicamente lo mismo que el viejo sueño de tener un lenguaje universal y abierto para que la gente se comunique ”.

Bissio tendría que añadir y analizar aquí el papel que Internet tuvo en el desmantelamiento del sistema de seguridad soviético, o la función del programa de espionaje Echelon en los países europeos, particularmente en Francia, aunque se hace necesario concederle que una computadora no cuesta tanto en virtud de lo que ofrece como cuesta tener un simple teléfono en nuestros países llamables periféricos desde alguna terminología generosa.

Y sigue: “La promesa democrática de Internet está en la relación entre los tres componentes: no se trata de una comunicación interactiva entre dos personas, como el teléfono o el fax, o una comunicación unidireccional entre una persona y varias, como la radio, la televisión o los periódicos. Es una comunicación interactiva entre muchos por un lado y muchos por el otro, como en el ágora. La Internet ha resucitado la utopía de la democracia directa y participativa.”

Precisamente sobre este aspecto se ha construido una nueva literatura de aprendizaje más veloz (advirtamos que a criterio de quien realiza este aporte la literatura se aprende y no es un don genial que sólo le compete a algunos pocos, inspiradísimos y exquisitos de espiritualidad manifiesta) y nuevos modos de circulación capaces de sortear las vallas que amparaban sus circuitos librescos elitistas. Blogs, páginas web más sofisticadas, grupos de correo literarios, son algunas de las excitantes ofertas que Internet ofrece a sus usuarios. Y, si sumamos la cantidad de emisiones radiales destinadas a la poesía, a los que habría que sumar radio y televisión vía virtual, o los lugares permanentes de lectura, veremos que hay unos cuantos factores que democratizan su realización, circulación y patrimonio, en este medio y fuera de él.

“La masificación de la computadora destruye la posibilidad de cualquier monopolio del conocimiento, la caída de los precios de las telecomunicaciones beneficia más a los que están lejos. Estas fuerzas combinadas están erosionando la organización de las corrientes de información que van de un centro a una periferia. La red no tiene centro. Cada nodo es jerárquicamente igual a otro. Ningún nodo es indispensable para la existencia de la red Internet”, agrega el analista. Y eso es importante que se vea si se lo puede confirmar o no en lo que hace a lo literario, por cuanto los puntos dispersos del sistema de producción poético comienzan a entrar en contacto con los centrales y sus prácticas van –en contra de los que el autor señala- marcando a fuego a aquellas ya superadas, propias de lecturas no actualizadas y repetidoras de prácticas que la moda ha dejado de considerar. Cierto provincianismo natural parece aflorar cuando escritores centroamericanos y porteños confrontan sus prácticas y les niegan mutuamente validez sin atender al hecho elemental de que cada comunidad adopta como válida la práctica en que se siente expresada, por demodé que pudiera parecer.

Al cumplirse la primera década de la PC pública y masiva, y cuando se produce la denominada “explosión de Internet” en el año 1994, aún las grandes empresas soñaban convertir al sistema de sistemas en un mega negocio de clientes cautivos y no advertían las señales de una utilización que les ocasionaría algo más que un disgusto. Por un lado, las ventas no se realizaban no sólo en la medida de las expectativas sino en un nivel de consuelo suficiente. La desconfianza al mundo en que cada cual podía enmascarar a algún otro, era tal que el gran apronte comercial se desplomaba con el estrépito de un gigantesco fiasco. El enmascaramiento, la mentira de que habla Bissio al mencionar al sexo, también eran patrimonio y forma lúdica elevada a la categoría de arte en el nuevo supermedio: involucraban también negocios y mentiras.

Lo que por diseño estaba destinado a ser medio de recepción pasiva e instrumento de niveles de pasivización más allá de lo concebido, demostró tener zonas ambiguas e impredeciblemente abiertas: “"Portales" es la nueva palabra mágica, aunque nadie sabe si la seguiremos nombrando dentro de seis meses. Hace un año el tema hot ("de onda") en la Red era la tecnología push: se enviaba material de entretenimiento e información por la Red a los suscriptores, muy parecido a como hace años se enviaban las noticias a las terminales de teletipos. Pero los usuarios no quisieron que sus computadoras se comportaran como aparatos de televisión. Querían tener “el control”. Se aferraron a las tecnologías pull que les dan el poder de "jalar" lo que les interesa de la red. La tecnología push murió.

Los editores “han muerto.”

Para mal o para bien, el usuario de Internet asumió un perfil activo y así como los centros de poder pudieron entrar en contacto y se produjera una rápida neutralización de los menores por parte de los mayores, hay un nivel mínimo, el del usuario individual, en que la voz que de suyo es aislada, irrelevante y desatendible para el poder, se agrupaba, circulaba y generaba inesperados efectos. No se puede ignorar que el Comandante Marcos tiene un respaldo internético por el cual lo que ocurre en torno a él recorre el mundo en segundos, y si no, recuérdese hace apenas unos meses cuando hubo un alerta rojo y sus caracoles se cerraron en previsión de un ataque gubernamental: no hubo prácticamente correo virtual del mundo al que no llegara la alarmante nueva. Y súmese también el comportamiento de buena parte de los usuarios de Internet ante la decisión de declarar el estado de sitio del expresidente De la Rúa.

Por último, Bissio reflexiona: “Un pensamiento final: tal vez sea cierto que Internet tendrá sobre nuestra civilización un impacto similar al que tuvo la introducción de la imprenta con tipos movibles por Güttemberg. Pero no fueron las impresoras las que produjeron la democracia. Fueron los escritores y periodistas que las utilizaron.”

En lo que hace estrictamente a la presencia de la literatura en el ámbito de Internet, como literatura producida en el nuevo medio y con sus características, Marta Sanuy, en un artículo del 14 de junio del 2005, se preguntaba: “¿Las innovaciones técnicas cambiaran la literatura? ¿Ha cambiado algo en estos años que podamos percibir ya? ¿Hacía dónde va la literatura de nuestra época?” y apuntaba básicamente a la sorpresa del advenimiento de un aluvión de escritores nuevos, hijos indudablemente de la nueva tecnología, y al surgimiento de incontables nuevos modos de circulación literaria. Tampoco dejaba de lado algo que algunos pensamos como espurio hijo de la literatura, como el netart, en que el diseño, la gráfica, los medios visuales y el video se comportan como nueva apoyatura y en convergencia con la palabra escrita.

Sobre este último y sobre algunas cuestiones más va a ir el análisis y la información de Joan-Elies Adell, en su ensayo “Poéticas Electrónicas: una aproximación al estudio semiótico de la e-poesía”, que es de quien recupero el modo de nominar el nuevo fenómeno poético aunque advirtiendo que su interés no se dirige tanto a las características que imprime la utilización del medio internético, ya que el mismo parece suponer un modo particular de vínculo con la producción, sino a modos de producción que tienen en cuenta los diferentes usos y posibilidades de una computadora.

El uso de la computadora, su modo de materializar un texto, determinan toda una concepción de los mismos, una materialidad particular. Sería aventurado pensar que todas estas transformaciones no estén afectando al sistema literario. Uno de los retos más urgentes que han de afrontar los estudios literarios y las ciencias humanas en general, es la observación y crítica de estos “cambios” y el análisis del sentido de los mismos. La literatura siempre se ha nutrido de los materiales y discursos que rondaban sus fronteras canónicamente establecidas. Así lo demuestra la historia de las relaciones entre los discursos y formas de textualidad consideradas como literarias y las distintas tecnologías que se han ido superponiendo como medios de transmisión y creación cultural y artística. Literatura y cibercultura.

¿Qué tipo de sujeto social se está conformando en el nuevo contexto comunicativo? ¿Qué nuevas formas de textualidad literaria están alumbrando los espacios mediáticos digitales? ¿Qué está sucediendo con la memoria o cuáles son las nuevas formas de percepción del cuerpo o de las diferencias de género sexual? ¿Qué significan estos nuevos modos de vínculo con lo que denominamos texto?

Eco narra en alguna nota periodística que recorrió prácticamente toda Europa utilizando básicamente el material de una sola conferencia al que, conforme la ocasión y tipo de público, le hacía alguna pequeña modificación. Cortar y pegar constituyen, dados los programas de texto, una suerte de matriz de producción de los nuevos materiales. Por un lado, todo lo que escandalizadamente denominábamos plagio, se acerca. Por el otro, el halo medio esotérico que se le adjudicaba a la instancia de producción, se rompe banalizándolo todo. La creación se desacraliza, pasa a una casera línea de producción, se corta y pega como quien tiñe y vuelve a usar una prenda ya vieja. Así como la escritura en papel tanto manuscrita como a máquina implicaba todo un esfuerzo, y éste ya no existe en la computadora, el texto se vuelve modificable, marcado por cierta precariedad básica (y de hecho, cuántos virus ofician de críticos despiadados) y no es raro que el bosquejo se tome por obra revisada y dé lo mismo enviarla sin terminar a la consideración de otros que enviarla tras una sesuda revisión y corrección de estilo. Si por un lado Internet significa la posibilidad de acceder, aún siendo ignoto, con la propia producción a miles (y acá la expresión no es una metáfora) de lectores en un solo día -cosa que nunca logró el mejor de los escritores que publicara en papel-, esta banalización de la dificultad de acceso y la posibilidad de llegar con textos de una cierta precariedad constructiva determinan también una cierta precarización de los nuevos textos considerados literarios. No parecen regir los rigores del canon en las nuevas tierras.

Por otro lado, está claro que nadie le pide credenciales a nadie a la hora de ingresar en un ámbito de creación literaria virtual. En algunos casos se intenta tomar el recaudo de trabajar en relación con páginas webs en la que sólo se instalan los textos considerados de calidad por sus organizadores, pero eso ocurre cuando el que organiza el asunto se preocupa todavía por lo literario más que por la figuración u otros atendibles objetivos humanos, pero ajenos a la producción estética.

Conexo a Internet, pero relativamente independiente de ésta, hay todo un abanico de actividades comerciales vinculadas como la proliferación de concursos que encubren el negocio de publicar (todos son premiados en primer lugar, con diferentes premios, y deben pagar el libro que los reúne en antología), o la publicación lisa y llana a precios que escapan de toda lógica y medida.

Es obvio que se puede hablar de democratización de los modos de circulación, y que entonces se debe atender a la cantidad de producción circulante, que multiplica todo lo conocido hasta hoy, pero que como defecto y mácula no se puede sino agregar esta cuestión de la banalización excesiva de la tarea de creación. En las listas de correo no basta la advertencia de los administradores en el sentido de que no se manden textos no revisados que no hayan pasado al menos por un cierto control de calidad de su mismo autor, para evitar que alguien mande un texto para volver a mandarlo primero con una corrección y luego con algunas más, como si alguien lo hubiera autorizado a enviar su obra sin terminar.

Por el costo de la publicación de un libro, o bastante menos, un amante de la literatura puede acceder a una computadora y empezar a tener presencia activa en foros y entre otros escritores. Se dirá que los escritores consagrados huyen de los foros, pero no siempre es así: allí están los potenciales lectores, los que seguirán en una lectura pública, los que repetirán su nombre a la hora de determinar un horizonte del ámbito literario de la época. Como dentro de una lógica del corsi e ricorsi, muchos escritores consagrados instalan en los espacios literarios los anuncios de su nuevo libro, pensando a esta nueva clase literaria como en un nuevo mercado o consumidor posible.

El dinero ya no es un obstáculo para ser considerado escritor. La red implica la imposición de sus propios consagrados, sus propios nombres, ciertas modalidades de escritura diversas, otro(s) circuito(s). Algunos lugares de lectura ante público, intentado minar el régimen de valores que instalan los constructores del cánon: diarios “prestigiosos” (vale decir de las minorías que expropian para sí el derecho de conocer lo valioso), universidades, editoriales, profesores que, por mostrarse válidos, extienden tal sistema de poder. Para eso, tales lugares otorgan sus propios premios, promueven ediciones de costo mínimo o dejan de invitar a los que ya están validados por los espacios del canon.

Perspectivas y máquinas literarias

La serie de las novedades que se incorporan a la literatura tras el uso del computador, apenas un vislumbre de la parte visible de un iceberg, cuyo tratamiento excedería por lejos el alcance que este trabajo académico ocasional, no puede concluirse sin la mención al menos de ciertos procedimientos “mecanizados” en la producción literaria y cuya presencia es posible que se haga más gravitante hacia el futuro próximo.

En primer lugar es necesario tener en cuenta la existencia de obras como Locus Solus, de Raymond Roussel, expositor y teórico de la literatura que denomina de “constricciones”. Por constricciones entiende a reglas de producción determinantes, como la fórmula “S+7”, que aplica escribiendo textos a partir de listas de palabras y obligándose a buscar cada palabra en un diccionario, contar siete palabras detrás de ella y esa, la que ocupa el séptimo lugar es la que aparecerá en el texto. De esta manera garantiza que las palabras "obligatorias" sean elegidas por el azar, y la tarea de encontrar las relaciones posibles de las unas palabras con las otras es la que compete al escritor en la elaboración de la historia. Una literatura cuya matriz de producción escapa en buena medida de las determinaciones de un autor: lo que Raymond Roussel construye es un método para generar imágenes poéticas haciendo chocar objetos, palabras, anécdotas, historias que sin su obra siempre hubiesen permanecido aislados...

Pues, bien: basado en la obra de Roussel, habría de surgir el movimiento oulipiano. Del Movimiento Oulipiano (en cuyas huestes se alinearon en su momento autores como Raymond Queneau, Georges Perec e Italo Calvino) se puede decir que sin utilizar el ordenador, en su tiempo, diseñaron lo que denominaron “Máquinas Espasmódicas” para fabricar (como una matriz) relatos. No hace falta recordar que ésta puede ser una matriz para utilizar tranquilamente con un programa de computador y acceder, repitiendo cierto desconcertante vocabulario docente de la provincia de Buenos Aires, matrices “mecanizadas” de relato y poesía.

En un trabajo de coordinador de un proyecto de investigación español, el profesor Marcelo Expósito se preguntaba: “¿Cual ha sido y/o es la relevancia de las prácticas artísticas que se han llevado a cabo al margen de y frecuentemente en oposición a los espacios públicos oficiales, en territorios tales como Internet y los movimientos sociales? ¿Cómo han redefinido y/o están redefiniendo el arte estas prácticas que no son reconocidas explícitamente como artísticas por la cultura establecida, las instituciones y el mercado? ¿Cuál ha sido y/o es la relación entre el arte oficial y las instituciones culturales con estas nuevas formas de acción en las que se funden trabajo, política y arte? ¿Han sido y/o son estas nuevas prácticas vehículos para la construcción de contrahegemónias más allá de los planteamientos tradicionales del antagonismo, la cooptación y la captura?”

Lo cierto es que se produce un fuerte cimbronazo en quienes, desde un discurso literario oficial, ven un mundo absolutamente activo y, de hecho, cuestionador de su actividad y validez. Desde distintos puntos de ese discurso, escritores reconocidos han condenado global y unánimemente toda posibilidad de valor literario en la práctica virtual y en su campo de circulación, tal y como si el publicar en papel tuviera un valor social de reconocimiento previo y meritorio antes que ser lo que es: la posibilidad que otorga la condición social, un reconocimiento del stablishment que solamente se otorga cuando las rarezas y señalamientos del discurso literario son inofensivas y ni llegan a la irritación, una cuestión de economía...

Las producciones literarias que tienen lugar en los nuevos espacios llegaron para quedarse, y las reformulaciones y caracterizaciones actuales no son sino el principio de una serie de cambios absolutamente impredecibles en magnitud y profundidad. Así como el teléfono móvil llegó para modificar hasta los modos de vínculos existentes en la sociedad, Internet reformula buena parte de la sociedad que accede a ella. Por ahora, democratiza conocimientos, prácticas literarias y posibilidades de formular un discurso disidencial. Se puede pensar que esto siga así por algunos años, pero también existen claras intenciones censoras y controladoras por parte del Norte como claro límite final de esta primavera. Y por si fuera poco, el sueño comercial infinito desbaratado en los noventa no deja de pergeñar nuevos empujones a esta instalación inesperada y confundible con cuotas de libertad. Tratar de entender es tentar prevenir u obtener un saber válido para un tiempo más allá de aquel en que se lo produce. Pero si algo ha quedado instalado en el saber de un individuo al pie del tercer milenio, es que las sorpresas históricas no tienen parámetros.

Carlos Alberto Roldán

martes, 07 de marzo de 2006