café
Sabía que en esta mañana había bebido un mal café, quien debe haber preparado, al despertar, encontré la mesa pronta, me serví una taza como de costumbre; pero me sabía a pasado, de esas mezclas, de lo que sobra, aprovechando con una proporción mínimamente nueva. Tragué la mitad de ese líquido oscuro de no puro y algo ajeno. Había cumplido el rito a medias, al pasar el reloj al otro brazo, me serví nuevamente y al tomarlo ya no era malo. En mi boca entrara aliento, palabras y otras cosas, la bailarina degustara su almuerzo y un baño, y el café de la misma jarra pasaba sin ser extraño…