REFLEXIONES SOBRE LA POESÍA

Comparto en mi corazón el mejor sentimiento de que la Poesía es de Dios. Más que toda la expresión humana, la Poesía es de Dios, de lo No-Creado. De aquello que no es sólo intelección. Es la expresión del sentir, de lo que es fugaz como el odio y el amor. Es ella, la expresión poética, la pureza mayor que puede nacer en el corazón de los vivientes. Éstos, los que consiguen abrir la tornera de la gran despensa de amor, no son iluminados, como quieren creer algunos críticos cerebrales. Son condenados, son exiliados de sí mismos. Almas en pena, que en el más allá donde viven, son antenas que admiten el Bien y el Mal.

¿Cómo puedo, entonces, apreciar un libro de poemas solamente con los cánones de la crítica y de la teoría literaria, si estoy trabajando con la emoción recreada? Si el autor estableció la realidad, ¿la transfirió dentro de sí y, rumiante como un buey, masticó las sensaciones antitéticas del amor y del odio y líricamente traspasó el fuego al poema, que es siempre fruto del Bien?

Cómo puedo querer traducir para los lectores aquello que no es de mi fuente creadora?

En sí, también soy el segundo condenado en esta prisión, en la rigurosa célula de los que piensan. ¿Cómo puedo asumirme intelectivamente en juez del verso?, ¿cómo puedo – humano, anárquico por naturaleza – querer ordenar mi caos interior con el rechazo a lo que el poeta eventualmente haya querido decir? Y si no dice lo que yo entiendo que sería preciso decir, ¿a quien le afecta?

¿Mentir hipócritamente, si sabemos que la propia vida es el reino de la mentira, del desamor? ¿Que aquel que ama está condenado a verse a sí mismo en el otro? Fernando Pessoa, poeta, ya nos dijo hace cerca de ochenta años que “Nadie ama si no lo que hay de sí en el otro, ¿o es hipotético?”.

A fin de cuentas todo lo que vemos depende de cómo concebimos al mundo. La concepción del mundo es tarea personal, tan personalísima que por momentos es más que anárquica. ¿Habría lugar para las religiones si cada uno de nosotros no pensásemos tener dentro de nosotros pequeños dioses?

Y ¿qué es este fruto transfigurado de la materia de la vida al que llamamos Poesía? ¿Qué es esta voz que nada tiene de diletante, y sí, es el llamado más profundo de socorro? ¿Qué es la constante reordenación del caos interior, la lucha de lo sensitivo llorando sus miserias?

Es todo el bien que nos trae la propuesta de reflexión que el condenado emana de su célula solitaria.

Y reordenamos el caos porque el poeta, el No-Creado por Dios, es Su voz, como quería Vinicius de Moraes.

Anárquico como es mi pensamiento, más anarquista me torno al ver que todo lo que sé es nada. Éste es el reino del absoluto.

Muy buen provecho tengan todos lo que quieran viajar en las alas de la Poesía. Sean muy felices quienes, por ventura, tengan el valor de salir del frente de la Televisión.

Yo me quedo aquí, incrustado en el Brasil del Sur, calentándome con el vaho de mi boca ante el frío y los vientos, y en esta hora en que me incorporo a la creación sufrida de mi rumiar, me torno mucho más fuerte para vivir el embate entre piedras y musgo, en este mar del vivir.

La Poesía desordena las órdenes y las cadenas de estos tristes súbditos de las bendiciones de Dios. Ven, únete a nosotros, aprovecha un rayo de ese sol. El Bien y el Mal estarán juntos – como siempre – pero tu vida jamás será la misma.

¿Al final no eres, también, un No-Creado de los dioses? Y la Poesía, en fin, ¿no es el mejor retrato de tu fortuna?

Permanece, entonces, en mi gesto crítico, apenas y para siempre, mi más bello registro de los porqués de estar vivo.

Apenas (y nada más) mi inquietud en traje de gala. Como quien tristón, silba una canción de amor en una calle desierta.

– traducción de Elisena Ménez Sánchez (Teoloyucan, Estado de México, 1970) es becaria del Centro Toluqueño de Escritores desde 1988, licenciada en Letras Latinoamericanas (por parte de la UAEM), egresada de la Escuela de Escritores de la SOGEM del Distrito Federal y ganadora del Premio Internacional de Poesía “Fanny León Cordero” 2006.

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